“El verdadero apóstol no predica una doctrina, ni dirige un movimiento, ni se dedica a reclutar miembros para una organización: predica a Cristo, porque ama a los otros y sabe que así puede procurarles felicidad y dar sentido a sus vidas.
El proselitista vende su doctrina porque necesita prosélitos. El apóstol no tiene ninguna ambición para sí mismo, y su fe es tan profunda que no depende de que sea predicada con éxito externo; aunque nadie le crea, el apóstol continuará silenciosa y pacientemente predicando el amor de Dios por el ser humano en Cristo, sin consignas trilladas, sin arrogancia y sin la insoportable insistencia del vendedor.
El reino de Dios no es el reino de aquellos que se limitan a predicar una doctrina o a seguir ciertas prácticas religiosas: es el reino de los que aman. Construir el reino de Dios es construir una sociedad que esté enteramente basada en la libertad y el amor. Es construir una sociedad que se fundamente en el respeto por la persona individual, puesto que solo las personas son capaces de amor.”
Thomas Merton