“La espiritualidad es para mí ese cultivo del cuerpo y de la mente, por medio de la atención, que da frutos de paz interior y de compasión. Se trata de una tarea que tú realizas, respondiendo a tu sed o anhelo interior. Y ¿qué es lo que cultivas? Lo que eres. ¿Y qué somos? Cuerpo y mente.
Una espiritualidad que no pase por el cuerpo se convierte en idealismo, en mera utopía. La corporeidad es para mí la vía de la interioridad.
Silencio es el nombre secular de Dios. Pero también podemos hablar de vacío y de plenitud, como las dos caras de la misma moneda.
En la experiencia mística hay, en todas las tradiciones de sabiduría, una afinidad enorme. Y es que, por encima de lo que cada cual piense o crea, lo cierto es que estamos unidos, que compartimos el ser.
El cristianismo no puede presentarse en Occidente hoy como la visión hegemónica, más bien debe sumarse a la configuración de una nueva espiritualidad. Y en esta conciencia de que todos estamos conectados, y somos en esencia uno, consiste la experiencia mística.
Al igual que la inteligencia puede degenerar en intelectualismo, el rito en ritualismo, el sentimiento en sentimentalismo, pues la religión puede degenerar en fanatismo o fundamentalismo. Pero se trata de una degeneración, y que no solo es posible, sino que es un hecho.”
Pablo d’Ors