“El cristianismo no es un programa. Es una experiencia de vida, un modo de estar en el mundo desde la confianza en una promesa.
Arraigado en la fe-confianza en la persona y la promesa de Jesús, el cristianismo propone un estilo propio de vida buena y de buena vida. Una forma alegre, responsable y generosa de morar en este mundo donde son centrales el cuidado de todo lo viviente y el trabajo en favor de la justicia.
Nos invita a transformar lo que a menudo es tierra hostil o desierto inhóspito en un mundo más humano y en un hogar habitable.
Estoy convencida de que una de las tareas más urgentes para nuestras teologías es sacar a la luz y articular esta propuesta de vida feliz en los nuevos contextos sociales y en el horizonte de la globalización.”
Lucía Ramón