“En esta crisis brutal hay varios colectivos que van a salir reforzados y como héroes. Los sanitarios, principalmente, pero también los cuerpos de seguridad, los empleados de supermercados y mercados, los transportistas, las cuidadoras/res o las empleadas de hogar, y los voluntarios...¿Y los curas? Siento decir que me parece que no.
La creatividad de los obispos y de los curas en tiempos de coronavirus no puede reducirse a celebrar la eucaristía todos los días en solitario y retransmitirla por las redes. Hay ya inflación de misas en la Red. ,¿Nuestros curas no saben hacer y divulgar otras cosas que no sean el mero sacramentalismo?
Porque, con esa dinámica, estamos potenciando, de nuevo, una Iglesia sacramentalizadora casi en exclusiva y, por lo tanto, clericalista. Da la sensación de que sin sacramento no hay vida cristiana y, por lo tanto, para celebrarlos, hacen falta curas, aunque sea a distancia. Una concepción superada por el Vaticano II y que está volviendo por sus fueros.
Hay que dar frutos de misericordia concreta, real y efectiva. Siempre nos pasamos en la contemplación (lo más fácil y aquello para lo que educaron casi en exclusiva a los funcionarios de lo sagrado) y no llegamos en la acción.
A mi juicio, cada diócesis debería movilizar a sus curas y crear una especie de 'sanitarios del alma', a los que la gente tendría que poder encontrar fácilmente y especialmente en tres sitios: en sus casas, en los hospitales y en los tanatorios.
La gente está sufriendo sobre todo en sus casas por la soledad y los dramas que, a veces, implica el confinamiento. Hay gente, familias enteras, confinadas en pisos de 30 o 40 metros. Hay familias que tienen que pasar el confinamiento en habitaciones de 10 o 15 metros. Para los más pobres todo es más difícil. ¿Por qué los curas no hacen visitas a domicilio, debidamente uniformados e identificados?
Y los otros dos lugares de máximo sufrimiento son los hospitales y los tanatorios. La Conferencia episcopal debería pedir una autorización especial al Gobierno para que sus curas, en número suficiente, visiten a los enfermos de los hospitales. Hasta ahora sólo entran en ellos los capellanes de hospitales y, normalmente, hay un par de ellos por cada centro. Y si les ponen pegas, porque no hay suficientes uniformes completos sanitarios, que la propia Iglesia dedique sus conventos de frailes y monjas a confeccionarlos.
Otro contingente importante de curas debería atender, día y noche, los tanatorios, que se han convertido en lugares de lágrimas y llantos. Por la pérdida en sí de los seres queridos. Y más aún, por perderlos de esta manera: sin poder acompañarlos en la hora de la muerte, sin poder cogerles las manos, solos y abandonados. Y sin poder llorarlos públicamente.”
José Manuel Vidal